He
perdido la práctica. Hace unos meses, Domingo tras Domingo, me sentaba delante
del ordenador y me ponía a escribir. No era fácil, pero dicen que la práctica
hace al maestro, y yo ya iba por “chico de los cafés”.
Llegó
selectividad y cambié el ordenador por los libros. Aunque retomé la costumbre
dominical, con las vacaciones, trámites de la universidad, buscar piso, y la
“perrería” que el calor manchego supone para el cuerpo, lo dejé. Y lo echaba de
menos.
Me
está costando. Es difícil ponerse delante del ordenador a escribir algo que a
ustedes lectores les interese. Y mira que no será por falta de temas, entre
elecciones, griegos (habitantes de Grecia, que la mente siempre piensa mal),
los del 15-M que han vuelto a Sol, y el supuesto “final” de ETA, temas para
escribir los hay. Pero es que no quería hablar de eso. Me apetece escribir
sobre lo que echaba de menos, estar en Canfali cada semana, entre otras cosas.
Así
que he vuelto, en parte, por la presión ejercida por mi entorno. Mi abuela,
Pilar, llegó un Sábado en que me lo recriminó. Y aprovechando que (ya por fin)
he empezado a estudiar periodismo, he pensado “¡Pues vamos a ponernos!”.
¿El
título? Lo dice de todo. Eso de vivir en Madrid, está bien, me encanta esta
ciudad, pero echo muchas cosas de menos.
Para
empezar, Valdepeñas en sí. El Mecano, el Morten, el Sevilla Corcho… Mis amigos,
el camino al instituto (sí, por extraño que parezca, porque a las 8 de la
mañana no a todo el mundo le gusta estar por la calle), mi instituto (sí,
también)… ¡Son tantos recuerdos!
A
estas alturas de la columna, he de decir, que me está constando escribir más
que levantarme un Sábado a las 7 de la mañana para ir a correr.
Los
que vivís (vivimos) en Valdepeñas, no sabemos apreciar lo que tenemos. Eso de
poder ir andando a cualquier sitio es un lujo. El Metro, que a mi de pequeño me
fascinaba, es un tostón. Ahora entiendo por qué la gente en Madrid es tan
“seca”. Se pierde el alma, te cabreas tal como llegas al andén. ¿Por qué? No lo
sé, viene de serie con el hecho de vivir en Madrid.
Echo
de menos la radio, las tardes con Emilio Hidalgo en Onda Cero, las mañanas con
Mila, hablando de cualquier cosa. Añoro ir al Centro de la Juventud, con mis
compañeros de Joven FM y el gran Fofo…
Me
gustaba eso de ir por la calle saludando a la gente, parándote a hablar con los
que conocías… Echo de menos un banco del Paseo de la Estación. Pasar por la
Plaza y ver a la gente en los bares…
Pero
si hay una cosa que de verdad echo de menos, es levantarme a las 7 de la
mañana, escuchando “Herrera en la Onda”, y tomarme el café con mi madre,
mientras ese aroma inundaba la cocina.
¡En
fin! ¡Qué tonto me he puesto! Aquí queda esto, volver, he vuelto a escribir,
que era mi propósito. Ahora, a seguir.
¡Ay
que ver lo que me ha costado! Me voy a la cama…
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