Quédense
con el nombre: Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares. Recuérdenlo,
porque no es la primera vez que habla, y si sigue con su tónica, no será la
última.
Les
pongo en situación. Este hombre, por llamarlo de alguna manera, en los oficios
de Viernes Santo arremetió contra la homosexualidad y el aborto. Sobre lo
segundo, vale, aun hay muchas opiniones enfrentadas, pero que la homosexualidad
siga apareciendo en la prensa por ser víctimas, es para nota, en pleno siglo
XXI.
Aquí
el amigo asoció la homosexualidad con prostitución y con ideologías que
“corrompen a las personas”. Cito textualmente: “Quisiera
decir una palabra a aquellas personas que hoy, llevados por tantas ideologías,
acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde
niños que tienen atracción hacia las parejas del mismo sexo y a veces para
comprobarlo se corrompen y se prostituyen. O van a clubes de hombres. Os
aseguro que encuentran el infierno”. Y sobre el aborto, entre otras cosas, comentó
a los allí presentes que las mujeres que abortan “no pueden dormir por el
pecado”. Seguro que es por eso, por el
pecado, el hecho físico de abortar seguramente les de igual. El pecado es lo
que les importa.
Las palabras de este señor
muy posiblemente no hubieran transcendido si no fuera porque esa misa la estaba
emitiendo “La 2” de Televisión Española. ¿Qué hace la televisión pública
emitiendo una misa? o mejor dicho, ¿por qué se emiten misas en TVE? ¿No es
España un país laico y aconfesional? Ya lo veo ya… O se emiten todas las
religiones, o ninguna, y estoy por ver rezos en la Meca, o ceremonias judías, o
misas evangélicas. Nada de nada…
Y
volviendo al tema, al gran Juan Antonio
Puig Pla le está saliendo club de fans, sobre todo periodistas. Esta gente da
juego, mucho. Te permite rellenar noticias, editoriales, portadas, columnas… De
hecho, en este aspecto, este hombre es un alma caritativa porque desde 2009 nos
viene dando perlas como hacer una misa en homenaje a los muertos en Paracuellos
del Jarama junto a una bandera preconstitucional. En 2010 aseguró, sin temor a
equivocarse, que los matrimonios católicos son menos dados a la violencia de
género que las pareja de hecho. En 2011, y ya cogiendo el tema de la
homosexualidad, publicó en la web de su diócesis una guía de pautas a los homosexuales que quisieran “un cambio”. Según
rezaba ese documento: “Tienen esperanza de transformar sus vidas”.
Menos mal que el cardenal de
Barcelona, Lluís Martínez Sistach, rebatió a su colega de profesión diciendo
que “son personas como las otras y merecen toda la dignidad”.
Mi primera pregunta es, ¿qué
le lleva a un obispo, en plena homilía un Viernes Santo, hablar de la
homosexualidad? A ver si hay temas, y tuvo que elegir ese. Se conoce que tenía
ganas de meterse en un jardín.
Segunda pregunta, ¿aún nos
asombramos de que la iglesia vaya perdiendo adeptos con el paso del tiempo? Con
cosas así no me extraña. De hecho, lo más normal es que aparezcan enemigos.
La próxima vez que este
hombre abra la boca, que Dios nos pille confesados.