viernes, 13 de abril de 2012

El obispo.


Quédense con el nombre: Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares. Recuérdenlo, porque no es la primera vez que habla, y si sigue con su tónica, no será la última.

Les pongo en situación. Este hombre, por llamarlo de alguna manera, en los oficios de Viernes Santo arremetió contra la homosexualidad y el aborto. Sobre lo segundo, vale, aun hay muchas opiniones enfrentadas, pero que la homosexualidad siga apareciendo en la prensa por ser víctimas, es para nota, en pleno siglo XXI.

Aquí el amigo asoció la homosexualidad con prostitución y con ideologías que “corrompen a las personas”. Cito textualmente: “Quisiera decir una palabra a aquellas personas que hoy, llevados por tantas ideologías, acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde niños que tienen atracción hacia las parejas del mismo sexo y a veces para comprobarlo se corrompen y se prostituyen. O van a clubes de hombres. Os aseguro que encuentran el infierno”. Y sobre el aborto, entre otras cosas, comentó a los allí presentes que las mujeres que abortan “no pueden dormir por el pecado”.  Seguro que es por eso, por el pecado, el hecho físico de abortar seguramente les de igual. El pecado es lo que les importa.

Las palabras de este señor muy posiblemente no hubieran transcendido si no fuera porque esa misa la estaba emitiendo “La 2” de Televisión Española. ¿Qué hace la televisión pública emitiendo una misa? o mejor dicho, ¿por qué se emiten misas en TVE? ¿No es España un país laico y aconfesional? Ya lo veo ya… O se emiten todas las religiones, o ninguna, y estoy por ver rezos en la Meca, o ceremonias judías, o misas evangélicas. Nada de nada…

Y volviendo al tema,  al gran Juan Antonio Puig Pla le está saliendo club de fans, sobre todo periodistas. Esta gente da juego, mucho. Te permite rellenar noticias, editoriales, portadas, columnas… De hecho, en este aspecto, este hombre es un alma caritativa porque desde 2009 nos viene dando perlas como hacer una misa en homenaje a los muertos en Paracuellos del Jarama junto a una bandera preconstitucional. En 2010 aseguró, sin temor a equivocarse, que los matrimonios católicos son menos dados a la violencia de género que las pareja de hecho. En 2011, y ya cogiendo el tema de la homosexualidad, publicó en la web de su diócesis una guía de pautas a los homosexuales que quisieran “un cambio”. Según rezaba ese documento: “Tienen esperanza de transformar sus vidas”.

Menos mal que el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, rebatió a su colega de profesión diciendo que “son personas como las otras y merecen toda la dignidad”.

Mi primera pregunta es, ¿qué le lleva a un obispo, en plena homilía un Viernes Santo, hablar de la homosexualidad? A ver si hay temas, y tuvo que elegir ese. Se conoce que tenía ganas de meterse en un jardín.

Segunda pregunta, ¿aún nos asombramos de que la iglesia vaya perdiendo adeptos con el paso del tiempo? Con cosas así no me extraña. De hecho, lo más normal es que aparezcan enemigos.

La próxima vez que este hombre abra la boca, que Dios nos pille confesados.