viernes, 10 de julio de 2009

El terror del verano

Pongámonos en situación: Calle Real, usted va subiendo hacia la Veracruz a las cuatro de la tarde. Nota como el plástico de la suela de sus zapatillas se va derritiendo al contacto con el suelo. Dos gotas como dos peras de agua se le van escurriendo por la frente, una le entra en el ojo (y si tiene gafas se le queda en el cristal… ¿y el coraje que da eso?), la otra se le escurre por el pecho hasta llegar al ombligo, donde se extingue dado el calor. Usted piensa que no puede más, cuando a lo lejos divisa al típico “Pepito Piscinas”: gorra de color chillón a ser posible, gafas de cristal de espejo donde te puedes peinar fácilmente y si eres mañoso afeitarte también, cigarro de lado en la boca con una gran cantidad de ceniza a punto de caerse, una lata de Mirinda en la mano, camiseta blanca ajustada, a ser posible con un monstruo muy feo que va echando fuego por la boca y tiene cara de “menudo cocido maragato me acabo de meter para el cuerpo”. Y ya para culminar esta obra divina, lleva el paquete de Winston metido en la manga. Usted sigue bajando la mirada, ve un bañador de palmeras que ni Don Johnson se hubiese puesto en la serie “Miami Vice”. Y cuando ya se empieza a temer lo peor, las ve, un escalofrió le recorre la espalda (¿o será otro chorreón de sudor?), intenta no mirar hacía el punto fatídico pero la atracción le obliga: ahí están, el terror del verano: las chanclas (o chancletas).

Está muy bien eso de llevar los pies fresquitos por la calle para que no te suden. Estamos de acuerdo en que las botas militares, que llegan hasta la mitad de la pantorrilla, no son cómodas para meterse en la piscina… Te puedes poner unas sandalias que te lleven el pie bien agarrado, pero de ahí a ponerse unas chanclas (o chancletas) hay una diferencia… que vas por la calle y empiezas a oir “claps, claps, claps, claps, claps”. Parece que vas por la playa… Y por el momento, en Valdepeñas, no hay, a no ser que con el calentamiento global la marea crezca y el mar empiece a comerse la tierra. En ese caso, los que tengan un piso en El Canal estarán en primera línea de playa.

Pues esto es lo que le ha pasado a Don José Bono, al cual admiro, porque imagínese tener de consuegro a Rafael (o Raphael, para gustos los colores), no me gustaría estar en la piel del presidente del Congreso de los Diputados en el cumpleaños de los nietos… ¿Y si canta el “Cumpleaños Feliz”? ¿Y si se arranca y canta el “Yo soy aquel? ¿Y si le da por cantar la de “Aquarius”? (Que por cierto, ¿a qué academia fue Raphael a aprender inglés para esa canción? Lo digo por no ir yo) ¿Qué cara pones? ¿Le aplaudes o le invitas a que se calle y deje proseguir la cena? Ustedes se ríen, pero menudo papelón. ¿Y en Navidad? ¿Y si se arranca con “El Tamborilero? Es normal que Bono se haya implantado pelo, con el estrés que le produce su consuegro se le había caído todo.

Volvamos al tema, Don José Bono ya se ha cansado de tanta tontería y de que la gente pasase por el Congreso de los Diputados como si fuese aquello una playa. Por eso pidió un poquito de decoro, y ahora, el que no vaya con pantalones largos, sus zapatos y camisa, no entra. Últimamente aquello parecía “el rosario de la Aurora” que si los cámaras de las televisiones con sus bermudas (o bañadores), los redactores con las Mirindas y los pinchos de tortilla… algún que otro congresista que no llevaba corbata… menos mal que tenemos a nuestro paisano Don José Bono para salvaguardar la imagen del Congreso de los Diputados porque es lo único que le queda, la imagen… porque el contenido… vamos a dejarlo ahí.

¡Hasta luego Lucas!

PD:

“…aquel que reza cada noche por tu amor.
Y estoy aquí aquí, para quererte,
estoy aquí aquí, para adorarte,
yo estoy aquí aquí, para decirte,
que como yo, nadie te amó…”

¡Escalofriante!