La semana pasada vi en el Metro, un
cartel que rezaba “¡Por fin, la Navidad ha llegado!”. La gente lo dice por las
calles, ¡Ya está aquí la Navidad!, las ciudades ya han sido engalanadas con
luces, se nota en el ambiente, se siente en el humor de las personas… Además de
que estamos a mediados de Diciembre, que queramos o no, hace mucho para la
llegada de la Navidad.
Pero eso ya lo sabía yo, de hecho,
me enteré de que había llegado el 7 de Noviembre. “¿Y por qué el 7 de
Noviembre?” se preguntará usted, pues porque ese día, pasé yo al Corte Inglés y
por la megafonía estaba sonando aquello de “¡La Navidad ha llegado al Corte
Inglés. Con miles de rebajas y descuentos en artículos de…!”.
Además, de un tiempo a esta parte,
lo he ido ratificando con el aumento de anuncios (sobre todo de juguetes) en la
televisión: “La muñeca que llora”, “La muñeca que mea”, “La muñeca que llora y
mea”, “La muñeca que anda mientras llora”, e infinidad de posibilidades…
Y es que la Navidad ha perdido todo
su significado original para convertirse en el tiempo de compras, regalos y
cenas de empresas, amigos o familias. Actualmente, Navidad significa derrochar
dinero.
Pero como de ese tema ya se han
escrito ríos de tinta, quiero reflexionar sobre otro que exponía David Amón, en
el programa “Cruzando el Puente”, que hacemos todos los sábados de diez a una
en “esRadio Madrid 2”.
Decía David que la gente, estos
días, tiene la necesidad de ser buena persona. Felicita las fiestas, se
interesa por sus amigos, espera que el año entrante sea mejor que el saliente,
tiene la necesidad de ser más amable…
Parece que estoy es efecto de este
tiempo. Parece como una obligación comportarnos de esa manera. Y preguntaba el
susodicho David, “¿por qué no ser así todo el año?”.
Y tiene razón. No nos cuesta nada
ser “buena gente” durante los 365 días del año. Que ese ambiente “navideño” lo
vivamos siempre. Que no cuesta nada ser amables y agradables…